viernes, 3 de julio de 2020

Caligrafía de un poemario


Jorge Cortés Ancona

La importancia estética de un libro no sólo puede derivar de sus materiales, su composición editorial o sus ilustraciones, sino también de una concepción tipográfica especial, acorde con el tema de la obra. Una expresividad visual que remarque los escritos y que incluso llegue a integrarse a ellos para conformar la obra.
En particular, esa búsqueda se ha notado en las llamadas “plaquettes” o plaquetas, sobre todo de poesía. Y aunque un poema es ante todo auditivo también puede ser objeto de una contextura gráfica que agregue sentido a lo expresado con palabras. Es el caso de “Esquema poético del mar”, breve poemario de Carlos Moreno Medina, publicado originalmente en 1964 por Ediciones Gotero, en Mérida, con ilustraciones de Emilio Vera y un tiraje de 500 ejemplares numerados, impresos en el resistente papel ledger.
Moreno Medina manifiesta una voluntad de orden dentro de lo inestable en los títulos de sus tres publicaciones iniciales: “Arquitectura de la sangre”, “Dimensión de la nube” y “Esquema poético del mar”, donde las palabras “arquitectura”, “dimensión” y “esquema” indican una condición espacial y de fijeza para contener aquello que es inestable y en movimiento por naturaleza como son la sangre, la nube y el mar. Esa integración de contrarios constituye una clave para comprender su obra poética.
En este breve libro de 32 páginas, incluyendo las de cortesía, se hace uso del recurso que la invención de la imprenta justamente desplazó, que es el de la escritura a mano. La caligrafía es un arte en sí mismo y forma parte de algunas piezas de artes visuales, pero produce extrañeza encontrarla de manera tipográfica.
Conforme a lo que indica su colofón, en “Esquema poético del mar” la caligrafía es descrita como hecha como planchas sobre letras dibujadas por el artista Luis Bassó Dondé, una escritura manuscrita que semeja un vaivén sobre el fondo crema de las hojas. La letra nerviosa en que se presentan los poemas, tambaleante en las líneas, expresa la inestabilidad del mar, como el flujo del oleaje. También muestra la inquietud de ánimo de un poeta lleno de angustia, de desgarramiento interior, como se percibe sobre todo en su primer poemario.
Los poemas se vuelven objetos visuales, adquieren un sentido que refuerza las fluctuaciones del ánimo, por lo cual su percepción a través de la lectura es distinta a la que se hace con la tipografía convencional.
Además de Luis Bassó Dondé, impresor y dibujante, el colofón le da crédito al formador Oscar H. Moreno y al prensista José Alonzo. Una mención a los obreros regularmente anónimos sin cuya intervención sería muy difícil lograr este tipo de producciones culturales.
Se incluye también un retrato del autor hecho por Bassó Dondé, donde el poeta vestido con saco y corbata es visto en tres cuartos de perfil desde un punto de vista ligeramente bajo, dejando ver su mirada perdida en la lejanía y una expresión de tristeza, como fue casi siempre el temperamento suyo que han destacado los testimonios de quienes lo conocieron, 
Las ilustraciones de Emilio Vera son estampas marinas en miniatura, que aparecen en la portada y al inicio de cada parte así como en las páginas finales de la segunda y tercera secciones. Su discreción da un toque de serenidad a la inestabilidad anímica y caligráfica.
Esta peculiar edición, limitada en su tiraje y lejana en el tiempo, podría difundirse por medios electrónicos para hacer ver la creatividad y sentido estético de nuestros impresores de generaciones pasadas.   


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