Jorge Cortés Ancona
Una propuesta sugerente sería escribir
acerca de nuestras culturas originarias y ancestrales, no como repaso o adaptación
de mitos o bajo idealizaciones desvirtuadoras, sino proponiendo integrar hechos
históricos reales o potenciales dentro de contextos contemporáneos.
Algo de ello ocurre en Bahía de los misterios, del narrador chileno
Roberto Ampuero, novela policial publicada en 2013 (Plaza y Janés, México), que
da inicio con un crimen de modo nada usual en Chile como es la decapitación, en
este caso de un historiador norteamericano llamado Joe Pembroke, pero cuyo tema
eje es la posibilidad de que los mayas -expertos navegantes- y otros grupos
originarios de nuestro continente hayan podido
llegar Europa décadas antes de que Colón desembarcase por primera vez en
América. Inclusive, que Colón hubiese podido conocer en Irlanda, a navegantes
mayas que le habrían enseñado cómo llegar a sus tierras por el poniente.
Este hecho habría estado plasmado en
códices destruidos o conservados aún en lugares de difícil acceso, pero es el
planteamiento de un historiador norteamericano de origen indígena ya fallecido
(y en la novela el único académico que verdaderamente existió en la vida real),
llamado Jack D. Forbes, al que Pembroke apoya. A su vez, ambos son refutados
por Sandor Puskas (nombre de irónicas resonancias futbolísticas) y por
académicos españoles.
Esta es una hipótesis imaginativa y
retadora de mitos. Aunque difícil de comprobar y frágil ante las objeciones
históricas, no descartable, sobre todo ahora que se conoce más acerca de la
navegación y el comercio marítimo de los mayas con otros pueblos. En lo que la novela
indica, se aprovechó su posible conocimiento de las corrientes marítimas del
Atlántico, subiendo por Norteamérica y bajando por África, lo cual los habría
hecho llegar a Galway, Irlanda. Asimismo, se habla de chinos que habrían
llegado a América también antes de Colón.
Para resolver el crimen, el detective
Cayetano Brulé, cubano bigotón avecindado en Chile, sigue la pista dentro del
mundo académico, en lo que parece una absurda y delirante pesquisa, costeada
por la viuda Lisa Pembroke, que padece cáncer y que antes de fallecer quiere
saber la verdad acerca del homicidio de su esposo.
Su arriesgada investigación criminal
se enreda con la búsqueda histórica de índole académica. Se habla de una
agrupación que a lo largo de los siglos mantiene una celosa vigilancia de que
la historia sea siempre favorecedora de los europeos. Saber la verdad acerca de
los pueblos amerindios como descubridores de Europa antes que éstos tuvieran
conciencia de América traería entre otras probables consecuencias la falta de
legitimidad de la conquista y la pérdida del fundamento sobre la propiedad actual
de numerosas tierras, con las consiguientes demandas de restitución.
En ese caso, Diego de Landa y Juan de Zumárraga
habrían quemado códices más que nada para evitar que se conozca la verdad
acerca de ese contacto entre los indígenas y europeos, sobre todo Colón. De ahí
el culto al irlandés Lynch, que mató al gaditano Gómez, que sabía la verdad
acerca de Colón y los navegantes amerindios. Todo esto parece una forma de
nazismo transhistórico.
La intriga es ingeniosa, con una
actitud de respeto hacia los pueblos originarios de América y remitiendo a las
envidias y complots que ocurren en el mundo académico internacional. La
búsqueda detectivesca incluye traslados a Nueva Orleans, con una pareja
dedicada a producir películas pornográficas bajo el disfraz de sus empresas
inmobiliarias. A México, con el culto a la Santa Muerte, Tepito y la Plaza de
Santo Domingo, incluyendo el Palacio de la Inquisición. A Irlanda, Corea del
Norte y Cádiz. Hay muchas referencias a Santiago de Chile y a Valparaíso, con
ambiente gastronómico internacional y andanzas por lugares de violencia de esas
ciudades.
En partes de la novela existen referencias
a los Zetas, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y el Cártel del
Golfo, con la clara noción de que los crueles narcos de Colombia y México son
palabras mayores en comparación con los chilenos, meramente “artesanales”.
También se comenta que el narco mexicano ha minado a Guatemala, Nicaragua y
Costa Rica, que no se esperaban esa invasión.
Luego de recordar los 60 mil
ejecutados durante el gobierno de Felipe Calderón, el detective hace una
observación sólo a veces insinuada por no estar muy apegada a lo que consideran
lo políticamente correcto, en la cual se relacionan los antiguos rituales
sangrientos mesoamericanos con la violencia actual de México: “Quizá el país soportaba
esas circunstancias porque a lo largo de su historia mayas y aztecas habían
practicado sacrificios humanos, se dijo Cayetano. Ellos creían que, de no
apaciguar así a los dioses, se podía acabar el mundo”.
Roberto Ampuero fue embajador de Chile
en México de 2011 a 2013. Así que esta novela debe mucho a esa etapa.
Posteriormente fue Ministro de Cultura de Chile y es profesor en la Universidad
de Iowa.
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