viernes, 3 de julio de 2020

Europa descubierta por los mayas



                                                                                    Jorge Cortés Ancona
Una propuesta sugerente sería escribir acerca de nuestras culturas originarias y ancestrales, no como repaso o adaptación de mitos o bajo idealizaciones desvirtuadoras, sino proponiendo integrar hechos históricos reales o potenciales dentro de contextos contemporáneos.

Algo de ello ocurre en Bahía de los misterios, del narrador chileno Roberto Ampuero, novela policial publicada en 2013 (Plaza y Janés, México), que da inicio con un crimen de modo nada usual en Chile como es la decapitación, en este caso de un historiador norteamericano llamado Joe Pembroke, pero cuyo tema eje es la posibilidad de que los mayas -expertos navegantes- y otros grupos originarios de nuestro continente hayan podido  llegar Europa décadas antes de que Colón desembarcase por primera vez en América. Inclusive, que Colón hubiese podido conocer en Irlanda, a navegantes mayas que le habrían enseñado cómo llegar a sus tierras por el poniente.

Este hecho habría estado plasmado en códices destruidos o conservados aún en lugares de difícil acceso, pero es el planteamiento de un historiador norteamericano de origen indígena ya fallecido (y en la novela el único académico que verdaderamente existió en la vida real), llamado Jack D. Forbes, al que Pembroke apoya. A su vez, ambos son refutados por Sandor Puskas (nombre de irónicas resonancias futbolísticas) y por académicos españoles.

Esta es una hipótesis imaginativa y retadora de mitos. Aunque difícil de comprobar y frágil ante las objeciones históricas, no descartable, sobre todo ahora que se conoce más acerca de la navegación y el comercio marítimo de los mayas con otros pueblos. En lo que la novela indica, se aprovechó su posible conocimiento de las corrientes marítimas del Atlántico, subiendo por Norteamérica y bajando por África, lo cual los habría hecho llegar a Galway, Irlanda. Asimismo, se habla de chinos que habrían llegado a América también antes de Colón.

Para resolver el crimen, el detective Cayetano Brulé, cubano bigotón avecindado en Chile, sigue la pista dentro del mundo académico, en lo que parece una absurda y delirante pesquisa, costeada por la viuda Lisa Pembroke, que padece cáncer y que antes de fallecer quiere saber la verdad acerca del homicidio de su esposo.

Su arriesgada investigación criminal se enreda con la búsqueda histórica de índole académica. Se habla de una agrupación que a lo largo de los siglos mantiene una celosa vigilancia de que la historia sea siempre favorecedora de los europeos. Saber la verdad acerca de los pueblos amerindios como descubridores de Europa antes que éstos tuvieran conciencia de América traería entre otras probables consecuencias la falta de legitimidad de la conquista y la pérdida del fundamento sobre la propiedad actual de numerosas tierras, con las consiguientes demandas de restitución.

En ese caso, Diego de Landa y Juan de Zumárraga habrían quemado códices más que nada para evitar que se conozca la verdad acerca de ese contacto entre los indígenas y europeos, sobre todo Colón. De ahí el culto al irlandés Lynch, que mató al gaditano Gómez, que sabía la verdad acerca de Colón y los navegantes amerindios. Todo esto parece una forma de nazismo transhistórico.

La intriga es ingeniosa, con una actitud de respeto hacia los pueblos originarios de América y remitiendo a las envidias y complots que ocurren en el mundo académico internacional. La búsqueda detectivesca incluye traslados a Nueva Orleans, con una pareja dedicada a producir películas pornográficas bajo el disfraz de sus empresas inmobiliarias. A México, con el culto a la Santa Muerte, Tepito y la Plaza de Santo Domingo, incluyendo el Palacio de la Inquisición. A Irlanda, Corea del Norte y Cádiz. Hay muchas referencias a Santiago de Chile y a Valparaíso, con ambiente gastronómico internacional y andanzas por lugares de violencia de esas ciudades.

En partes de la novela existen referencias a los Zetas, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y el Cártel del Golfo, con la clara noción de que los crueles narcos de Colombia y México son palabras mayores en comparación con los chilenos, meramente “artesanales”. También se comenta que el narco mexicano ha minado a Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, que no se esperaban esa invasión.

Luego de recordar los 60 mil ejecutados durante el gobierno de Felipe Calderón, el detective hace una observación sólo a veces insinuada por no estar muy apegada a lo que consideran lo políticamente correcto, en la cual se relacionan los antiguos rituales sangrientos mesoamericanos con la violencia actual de México: “Quizá el país soportaba esas circunstancias porque a lo largo de su historia mayas y aztecas habían practicado sacrificios humanos, se dijo Cayetano. Ellos creían que, de no apaciguar así a los dioses, se podía acabar el mundo”.

Roberto Ampuero fue embajador de Chile en México de 2011 a 2013. Así que esta novela debe mucho a esa etapa. Posteriormente fue Ministro de Cultura de Chile y es profesor en la Universidad de Iowa.



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