Jorge Cortés Ancona
Aunque fue un poeta de
obra breve, la poesía de Wenceslao Alpuche (Tihosuco, 1804-Tekax, 1841) abarca
temas diversos y aspectos dignos de remarcarse.
La
primera edición de sus “Poesías, seguidas
de una noticia biográfica y algunas observaciones”, de Alpuche se hizo en
1842, en la Imprenta de L. Seguí, con
una noticia biográfica de Vicente Calero Quintana. Antes se había publicado un
prospecto al cuidado de Justo Sierra O’Reilly en el que se anunciaba esta
próxima edición con el fin de “dar a luz todo lo que contribuya a su buena
reputación literaria (…). Tal vez al empeño que se ha tenido en indagar y
recoger las producciones del Sr. Alpuche, se habrán ocultado algunas de las
que, sin duda, ocuparían un lugar preferente en esta colección que va a
imprimirse”.
Se hizo
una nueva edición de la obra con el mismo título y contenido en 1887, a cargo
de Pastor Urcelay, y una edición más reciente en 1995 a cargo de Rubén Reyes
Ramírez, dentro de la colección La Huella del Viento, de la UADY, sin incluir
la noticia biográfica pero sí una contextualización histórico-biográfica del
poeta de Tihosuco. En esos dos últimos casos las composiciones y el orden son
los mismos que señaló Calero Quintana: poesías patrióticas, poesías eróticas y
poesías de otro género.
Arturo
Taracena en su libro De la nostalgia por
la memoria a la memoria nostálgica (Cephcis UNAM, 2010) sugiere que quizá
hubo poemas que no se incluyeron en la compilación póstuma, debido a que la
forma de organización interna de la antología fue concebida por Calero Quintana
evitando “cuestionar el estatus
de México como nación. En su papel de editor, consideró que estaba obligado a ‘desnudarla
de toda idea que contribuya a hacer odioso el nombre del otro’. En pocas
palabras, había suprimido algunos de sus versos. ¿Cuáles? Posiblemente, nunca
lo sabremos”.
Como ya
se preveía en el prospecto de Sierra, hubo composiciones que quedaron inéditas
y a las ediciones de las poesías de Wenceslao Alpuche habrá que agregar en lo
futuro un poema más, titulado “A un personaje”. Este texto aparece como
“Composición inédita de D. Wenceslao Alpuche” en la página 286 de Mosaico. Periódico de la Academia de
Ciencias y Literatura de Mérida de Yucatán, Tomo I, tercera entrega,
diciembre 10 de 1849, editado por Joaquín Castillo Peraza.
Aventuro,
sin muchas bases realmente, la hipótesis de que el poema esté dedicado a Valentín
Gómez Farías, exiliado en Nueva Orleans en 1835 por conflictos derivados de la
política de Antonio López de Santa Anna, que también se vio obligado a salir
del país. Gómez Farías regresó a México en 1838, bajo el gobierno de Anastasio
Bustamante, aunque al poco tiempo tuvo que exiliarse de nuevo, luego de ser
aprehendido acusado de conspiración.
Cabe
señalar que tal vez en el lapso en que Gómez Farías estuvo de regreso en México
antes de ser apresado, Alpuche haya tenido una reacción visceral que lo llevó a
escribir este poema donde se percibe el enojo, pensando en que se había
alineado políticamente con Bustamante o con López de Santa Anna, que no gozó de
buena reputación en Yucatán y cuyas decisiones políticas provocaron que el
estado se separase temporalmente del resto del país.
Es probable
que por su condición de invectiva política este poema no haya sido incluido en
la compilación original, pero aquí lo ponemos de relieve 170 años después de
haberse publicado. A diferencia de cómo aparece publicado en Mosaico, actualizamos la ortografía,
presentamos los primeros versos en minúscula conforme corresponda a la continuidad
de las frases y separamos la composición haciendo explícita su distribución
estrófica, en este caso liras.
A un personaje
Cuando la patria
amada
temiendo que a tu nombre
la devaste
una facción airada,
dócil abandonaste,
y en sus aras su bien
sacrificaste,
en ti
un Catón severo
el angustiado Anáhuac
divisaba,
y el universo entero
que tu acción
contemplaba
sublime, en tu destierro
te admiraba.
Mas
hoy, que el llamamiento
¡oh mengua! obsequias
del atroz tirano
que te lanzó sangriento
del suelo mexicano
que debieras regir con
justa mano,
y
vuelas presuroso
sin que tu propio
pundonor lo estorbe
a darle el cetro
odioso
que a la nación encorve,
ya no te admira, te desprecia
el orbe.
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