viernes, 3 de julio de 2020

De toros y caballos



                                                  Jorge Cortés Ancona

Delio Moreno Cantón también expresó el sufrimiento animal en los espectáculos taurinos, como puede verse en “Filosofando”, poema humorístico presentado como una obra teatral en un acto y una sola escena, donde dialogan un toro y un caballo en la corraleta del circo, que es como decir la plaza de toros.
Con intención crítica, el toro se lamenta de la barbarie humana que lo destina al espectáculo de sufrimiento y muerte. Ni la ardilla, el burro, el lechón, el gato (“duerme el gato el año todo”) y el cocay “sufren la garrocha / ni le ponen la divisa, / y ellos se mueren de risa / y a mí el diestro me desmocha”. Su dolor le hace reclamar a los humanos: “¡Hombres, hombres, sois más brutos, / que el que a César mató en Roma”. 
El caballo le recrimina en plural (“toros necios que acusáis / a los hombres sin razón”) su afán de ataque y su “odio insano” que es lo que da pie a la reacción humana en su contra. El astado se defiende de esa reconvención equina y se lamenta al grado de expresar: “Triste condición es ésta / que padece el pobre toro, / pues el cristiano y el moro / aman tan bárbara fiesta”. A lo cual el caballo termina cediendo para expresar su parecido destino de ser víctima tanto de los humanos como de los toros: “Desde entonces, ¡oh suerte la más perra!, / diariamente me monta un majadero / que me hace en el ijar un agujero / que subleva a los cielos y a la tierra. / Y a mí que soy la paz, ¡si es para verlo!, / me meten ya vendado y a punzadas / donde ustedes me maten a cornadas / ¡y todo sin comerlo ni beberlo!”.
Al final, ambos deploran el destino de maltrato y hambre a que son condenados por voluntad humana.
La expresión humorística se acrece por medio de las parodias en largas tiradas que se hacen de “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca (“pues el delito mayor / del toro es haber nacido”), de las redondillas de Sor Juana (“siempre tan necios andáis, / que con desigual nivel, / al toro culpáis por cruel / y al hombre no le culpáis”), de una letrilla de Luis de Góngora (“ayer toro libre fui / y ahora… ni sé lo que soy”), de la canción “A las ruinas de Itálica”, de Rodrigo Caro (“Este cuerpo ¡ay dolor! que veis ahora, / triste armazón, escuálido esqueleto”) y del drama “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla (“¿no es verdad, amigo mío, / que está respirando horror?”).
El toro pide al dios de las bestias que los ampare y proteja. Y aunque en el poema en romances “Una corrida de antaño” puso de relieve el entorno honorable* de la fiesta brava, así sea en tiempos remotos de nuestra historia, en “Filosofando”, fechado el 3 de julio de 1892, da voz en un presente perpetuo a los dos animales que más sufren la crueldad que se manifiesta en los espectáculos taurinos. En particular, me hace pensar en la barbarie de los actuales torneos de lazo de tantos municipios yucatecos, negocios de placer ante el sufrimiento animal y que se disfrazan con otros nombres para seguir lucrando en la maldad. El colmo es que haya intención de convertir en patrimonio cultural esas sangrientas actividades.
Ya un vallisoletano ilustre, cuya obra narrativa, poética y dramática figura entre la producción cultural más valiosa de Yucatán y merece ser difundida, había expresado la dura condición de nuestros hermanos animales. Si los franciscanos llevaron a cabo una conquista espiritual en nuestras tierras, don Dinero nos está despojando violentamente de ella. 





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