Jorge Cortés Ancona
Clemente López Trujillo (1905-1981) fue autor de una obra
poética cuidadosa, sugerente, plena de imágenes con una diversidad temática:
intimismo, naturaleza, amor, amistad, solidaridad social y política, admiración
literaria. Poesía amable, transparente y a la vez susceptible de diversas
interpretaciones, es de lo más logrado que se ha hecho en Yucatán y merecedora
de una mayor proyección más allá del tiempo y los límites geográficos.
Dentro de la mezquindad
con que se trata a los artistas y escritores de Yucatán en cuanto al
reconocimiento urbano, es de los pocos nacidos en el siglo XX al que se ha
dedicado un sitio público municipal: una plazuela en la cuchilla que forman las
calles 42 y 42 A x 79 del centro, donde una placa colocada en un pilar en plano
inclinado incluye su nombre con el agregado de El Venado, como supongo que lo
llamaban algunos de sus amigos.
El eje de su obra lo
forman “Feria de frutas y otros poemas” (1932), “El venado” y “Te amo en tres
palabras” (ambos de 1940), todos ellos relevantes y con valor en sí mismos en
su materialidad editorial, en especial el segundo, ilustrado con grabados de
Pancho Vázquez. Su obra fue reunida en una edición de 1978 a cargo de la
desaparecida empresa Komesa y una ampliada, de la UADY y con un estudio previo
de Rubén Reyes Ramírez, en 1997, incluyendo poemas dispersos en publicaciones
hemerográficas o inéditos.
Si su libro “Feria de
frutas y otros poemas” es juvenil por los 27 años de edad del autor pero
plenamente maduro en su expresión, debe señalarse un antecedente no incluido en
estas compilaciones, un soneto publicado cuando contaba con 16 años de edad y
publicado en “Ariel. Revista anual ilustrada de literatura y arte” en la página
14 de su edición de 1 de enero de 1922. Una revista de poca duración que tuvo
como director a Miguel Manzano Moreno y como administrador a Antonio Trujillo
Domínguez.
Es un soneto donde el
hablante lírico se dirige en términos de ensoñación a una mujer a la que se ama
en sueños, en un ambiente en blanco y negro, con imágenes de flores y un
trasfondo de tristeza y alejamiento. La dicción es trabajosa, pero refleja una
condición amorosa propia de la adolescencia.
Este poema permite ver
esos pasos iniciales del poeta, como acercarnos a sus orígenes y ver esos primeros
pasos titubeantes, que sin embargo ya anuncian a un poeta de voz propia, capaz
de crear atmósferas emotivas en correspondencia con el entorno personal.
La fatiga de un adiós
Para
“Ariel”
Proyectóse en las sombras tu silueta
nimbada por un claro de la luna,
mientras que, melancólica, eras una
rosa que florecía en la glorieta.
Bañaste mis deliquios de poeta
con una tenue laxitud moruna,
deshojando tu porte en mi fortuna
un gran desmayamiento
de violeta.
Deslizóse un adiós… y en mi desvelo
se alzaba la fatiga de un pañuelo,
por entre las penumbras y barrancas.
Se adormía la vida en tus ojeras…
Y, yo, loco de amor y de quimeras
soñé en ingenuas sensaciones blancas.
Mérida, 1921.
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