jueves, 16 de julio de 2020

Un poema juvenil de López Trujillo



                                                  Jorge Cortés Ancona
Clemente López Trujillo (1905-1981) fue autor de una obra poética cuidadosa, sugerente, plena de imágenes con una diversidad temática: intimismo, naturaleza, amor, amistad, solidaridad social y política, admiración literaria. Poesía amable, transparente y a la vez susceptible de diversas interpretaciones, es de lo más logrado que se ha hecho en Yucatán y merecedora de una mayor proyección más allá del tiempo y los límites geográficos. 
Dentro de la mezquindad con que se trata a los artistas y escritores de Yucatán en cuanto al reconocimiento urbano, es de los pocos nacidos en el siglo XX al que se ha dedicado un sitio público municipal: una plazuela en la cuchilla que forman las calles 42 y 42 A x 79 del centro, donde una placa colocada en un pilar en plano inclinado incluye su nombre con el agregado de El Venado, como supongo que lo llamaban algunos de sus amigos.  
El eje de su obra lo forman “Feria de frutas y otros poemas” (1932), “El venado” y “Te amo en tres palabras” (ambos de 1940), todos ellos relevantes y con valor en sí mismos en su materialidad editorial, en especial el segundo, ilustrado con grabados de Pancho Vázquez. Su obra fue reunida en una edición de 1978 a cargo de la desaparecida empresa Komesa y una ampliada, de la UADY y con un estudio previo de Rubén Reyes Ramírez, en 1997, incluyendo poemas dispersos en publicaciones hemerográficas o inéditos.
Si su libro “Feria de frutas y otros poemas” es juvenil por los 27 años de edad del autor pero plenamente maduro en su expresión, debe señalarse un antecedente no incluido en estas compilaciones, un soneto publicado cuando contaba con 16 años de edad y publicado en “Ariel. Revista anual ilustrada de literatura y arte” en la página 14 de su edición de 1 de enero de 1922. Una revista de poca duración que tuvo como director a Miguel Manzano Moreno y como administrador a Antonio Trujillo Domínguez.
Es un soneto donde el hablante lírico se dirige en términos de ensoñación a una mujer a la que se ama en sueños, en un ambiente en blanco y negro, con imágenes de flores y un trasfondo de tristeza y alejamiento. La dicción es trabajosa, pero refleja una condición amorosa propia de la adolescencia.
Este poema permite ver esos pasos iniciales del poeta, como acercarnos a sus orígenes y ver esos primeros pasos titubeantes, que sin embargo ya anuncian a un poeta de voz propia, capaz de crear atmósferas emotivas en correspondencia con el entorno personal.

La fatiga de un adiós
                                        Para “Ariel”
Proyectóse en las sombras tu silueta
nimbada por un claro de la luna,
mientras que, melancólica, eras una 
rosa que florecía en la glorieta.

Bañaste mis deliquios de poeta 
con una tenue laxitud moruna,
deshojando tu porte en mi fortuna 
un gran desmayamiento  de violeta.

Deslizóse un adiós… y en mi desvelo 
se alzaba la fatiga de un pañuelo,
por entre las penumbras y barrancas.

Se adormía la vida en tus ojeras…
Y, yo, loco de amor y de quimeras
soñé en ingenuas sensaciones blancas.

       Mérida, 1921.


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