jueves, 22 de marzo de 2012

Una autobiografía en verso

Jorge Cortés Ancona
“Mi amigo Osorio es un extraño personaje, / que vive en el silencio de su vida subjetiva”, son los versos iniciales de un soneto de semblanza de Ernesto Albertos Tenorio acerca de un poeta amigo suyo: José Salomón Osorio.
Osorio nació en Mérida en 1896 y falleció en la misma ciudad en 1960. Fue miembro del Ateneo Peninsular y del grupo Esfinge, y estuvo activo en Yucatán, Quintana Roo y el Distrito Federal. Sus poemas de los años 20 tienen evidentes influencias estridentistas.
Si bien, los intelectuales y políticos yucatecos no han sido muy afectos a contar su vida en los hechos amplios, y tienden a limitarse a las anécdotas y los chismes, José Salomón Osorio puede ser considerado como una de las excepciones. Un libro publicado ya cerca de la tercera edad, en 1954, fue “Balcón del tiempo”, en el que describe en verso el trayecto subjetivo de las etapas de su vida, con ecos de la Divina Comedia pero sólo en cuanto a la propia persona sin establecer más que unos pocos juicios de valor acerca de sus contemporáneos.
En este recorrido vital alude a personajes históricos, parientes y amigos, cuya presencia ya implica una valoración desde la propia memoria del autor. A veces la mención se reduce a sólo un nombre, como cuando se refiere a Oswaldo, de quien podemos inferir sin problemas que se trata de Baqueiro Anduze.
Precedido de un poema “Liminar” en el que se establece el tema del libro, el texto se divide en 21 cantos, escritos en tercetos clásicos, con la salvedad de que cada canto no termina en un cuarteto sino en un terceto, lo cual deja inevitablemente un verso suelto. En lo general, estaría por verse la influencia que pudo tener de las traducciones de la Divina Comedia en tercetos, a cargo del Conde de Cheste y del argentino Bartolomé Mitre, ambas del siglo XIX.
Las evocaciones de Dante son notorias desde el inicio, ya sea en la percepción del estado actual de su vida: “Después de haber marchado largamente / bajo la égida de mi destino/ vi a mis pies deslizarse la pendiente. // Me hallaba en lo más alto del camino, / era forzoso trasponer la cumbre / y una inquietud a conturbarme vino”. O en las resonancias religiosas: “Cuando la investidura deleznable / de la carnalidad se transfigura / con alientos de vida perdurable. // Cuando perdido entre la “selva oscura” / el hombre acude a la Piedad Suprema / de la que espera protección segura”.
Pocas veces encontramos un elogio amplio de la prensa en obras literarias, como lo hace Osorio al inicio del canto XIV: “En su ambiente magnífico se piensa / y ver esas ideas reflejadas / ir al público, es una recompensa. // Las vidas a la prensa consagradas / con rectitud, merecen mi respeto / y ser también por todos admiradas. // Pues quien se halla ignorante del secreto / en que se encierra la edición de un diario, / no sabe que es un batallar completo”. Más comunes han sido las críticas negativas hacia los periodistas, como la que hace en los tres tercetos siguientes.
“Balcón del tiempo” es una obra en la que se plasma la autopercepción del propio hablante, la subjetividad que acrece al ser él mismo el objeto del recorrido interior y sucesivo. Su vida parece fluir en los avatares de la conciencia ética y como afirma, las dificultades provienen de ese círculo humano ajeno, obstruyente de la propia personalidad: “Siempre a mi paso hallé senda intrincada”.
La portada cuenta con una imaginativa ilustración que podríamos considerar como de un surrealismo de estilo neomaya, y que es obra de Rómulo Rozo, firmado tanto como “R. Rozo” como con su monograma de referencia masónica. En el interior, un retrato de madurez dibujado por Manuel Cachón.
Personalidad algo inusual en nuestra literatura yucateca, la de Osorio, que volviendo a las palabras del no menos inusual Albertos Tenorio: “Tiene alma de ermitaño, huye de los placeres / frívolos, de las fiestas mundanas y banales. / Y leyendo a Unamuno deja correr las horas, // o silenciosamente construye en sus talleres / interiores, con perlas, zafiros y corales, / versos con claridades y prestigios de auroras”.

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