jueves, 22 de marzo de 2012

Ricardo Mimenza Castillo y la Revolución

Jorge Cortés Ancona
Muy esclarecedor sería reconstruir el itinerario de la poesía de tema revolucionario en Yucatán y las consecuencias que en la literatura produjo la llegada del Gral. Salvador Alvarado. Por otra parte, seguir el tema indianista e indigenista que habrían de florecer en Luis Rosado Vega, y más adelante en Antonio Mediz Bolio y Ermilo Abreu Gómez, pero que ya tenían antecedentes lejanos en el siglo XIX y directos en el período alvaradista, cuando se escribieron las obras pioneras.
Muy representativa de los dos aspectos, el revolucionario y el indianista, es el poemario “Rebeldía (Cantos Revolucionarios)”, de Ricardo Mimenza Castillo (1888-1943), publicado en 1915 por la Imprenta y Linotipia de “La Voz de la Revolución” y dedicado “al Sr. Gral. D. Salvador Alvarado, en cuya labor revolucionaria brotaron estos himnos”.
Por si esta dedicatoria no bastara, una especie de epígrafe, merecedor de una página, advierte que “El pedagogo D. Rodolfo Menéndez me escribió una vez llamándome Poeta de la Revolución… Me consideré indigno para tal honor, pero a exultar a la Revolución social mexicana, a eso aspiran estos humildes cantos”. Llama la atención que aparezca el verbo “exultar”, es decir, “alegrarse, regocijarse”, y no “exaltar”, que es lo que de acuerdo a la sintaxis parecería más lógico.
(Es de notar que el título evoca de algún modo la zarzuela “Rebelión”, de Arturo Cosgaya y Lorenzo Rosado Domínguez, cuyo estreno fue cancelado en el Circo Teatro Yucateco en 1907, y que tuvo que esperar a ser montada en 1909 en el Teatro Peón Contreras. Una obra que, como señala Enrique Martín Briceño, fue una “disonancia” que hizo pasar un mal rato al grupo hegemónico de los hacendados yucatecos).
El primer poema, el que le da nombre al breve poemario de doce textos, se refiere a través de la sinécdoque de la campana a la caída de la Iglesia como redentora de la gente campesina. El fuego, a través del rayo, la ha quemado al igual que a la torre que la resguardaba: “La campana desposóse con el rayo / una noche de tormenta”. La justicia se imparte ahora de otro modo: “Sólo el fuego ejecutor de los castigos / va llamando por doquiera / a la misa secular de la justicia / a los pueblos de la tierra”.
Otro poema de tema histórico-político es “Los revolucionarios” donde en rápida sucesión se exalta a Sócrates, Cromwell e Hidalgo pero también a Madero y a Carranza.
Una leyenda maya en verso se titula “El símbolo del enano”. Un poema relacionado con la explotación de los mayas es “Los ilotas”, título que en sí mismo implica el degradante nivel social en que se tenía a la población rural maya: “Por las sendas polvorientas, / peregrinos, / en tropel muy silencioso / van los indios”. El poema hace referencia a las glorias pasadas y a la deplorable condición sufrida bajo el opresor dominio de los terratenientes: “Estos parias / son los indios / que llegaron con Cocom en la protesta / a la cumbre más audaz del heroísmo”.
El poemario concluye con “Las panteras”, un canto a América, tema que ya tenía antecedentes líricos de tema político en Rubén Darío, pero que aquí se enfoca en una denuncia de las tiranías, para un repaso histórico antecedente del brillante conjunto de novelas hispanoamericanas sobre dictadores: “Es una ergástula la América / y en ella pasan las panteras y hay un aullido de dolor”. El argentino Rosas, el colombiano Rafael Núñez, el paraguayo Doctor Francia, los dos López y, aunque falta el responsable de la dictadura más prolongada para esa época, aparece otro Díaz mucho menos conocido y de nombre Adolfo: “mísero Efialtes, gran traidor, / el que a la riente Nicaragua / a Yanquilandia la vendió”.
Por supuesto que no puede faltar el aun fresco dictador mexicano derrocado un año antes “Después en una apoteosis / de cieno viene en un tremor / Victoriano Huerta el maldito / que sus charreteras manchó / asesinando en el Derecho / las convicciones del Honor, / espectro de la Tiranía / gran matricida y gran ladrón”.
Más adelante, se expresa una visión apocalíptica “Todos los pueblos de la América –libres porque lo quiso Dios- iban tras esas miserables / panteras como un gran turbión”. Y serán una voz divina y Dante Alighieri quienes se encarguen de enviarlas al infierno. “Plomo candente les llovía / igual como una maldición. // Y las panteras, las hirsutas, / iban rugiendo de dolor / en tanto que en la América ardía / el Sol de la Revolución”.
Varios patriotas y pensadores hablaron de la unidad espiritual, cultural y política de nuestros países, con una visión plenamente libertaria, pero ¿será éste de Mimenza Castillo el poema más antiguo en que se invoque de manera explícita un espíritu revolucionario continental?

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