Paseándose con
temperamento irónico por los problemas y las angustias políticas actuales, la
novela “Sumisión”, de Michel Houellebecq, traza un itinerario interior que va
desde el individualismo hasta las colectividades mayores, proyectando al año
2022 las situaciones latentes de la actualidad.
François,
el narrador en primera persona, es un hombre de 50 años, soltero, solitario, distante
de sus padres divorciados y consciente de la edad en que se encuentra, aunque
todavía proclive a las mujeres jóvenes como compañeras sexuales. Académico
especializado en la obra de Joris-Karl Huysmans, escritor francés del siglo XIX,
el sexo parece ser el centro obsesivo de su vida.
El decadentismo de Huysmans,
convertido en su madurez a un fervoroso catolicismo, es correlativo del de este
estudioso universitario de su vida y obra. La Europa decadente del primero
conduce a la Primera Guerra Mundial; la del protagonista de “Sumisión” lleva a
que Francia sea gobernada democráticamente por Mohammed Ben Abbes, de la
Hermandad Musulmana en coalición con un partido de izquierda, derrotando al ultraderechista
Frente Nacional, de Marine Le Pen. A Francia le seguirá Bélgica como país bajo
gobierno musulmán, y puede entenderse que los vecinos cercanos también seguirán el
mismo camino. ¿Por qué Europa es susceptible de islamizarse y no otras regiones
del mundo?
Ante ello, François,
jubilado a la fuerza, vivirá una serie de actos anodinos, una especie de
búsqueda espiritual infructuosa en un monasterio. Si un joven académico de derecha
manifiesta su rechazo a la obra de Sartre y a Camus, el comportamiento de François
a lo largo de varios capítulos recuerda al de Meursault en la novela “El
extranjero”, de Camus, incluyendo la indiferencia por la muerte de sus
progenitores y su actitud de dejar pasar el tiempo pasivamente, aunque el
protagonista será condenado a muerte bajo pretexto legal de haber matado a un
árabe. Cerca del final de esta novela y dentro del juego de las ironías, François
será convidado a beber una copa de Meursault, una variedad de vino de Borgoña,
por un académico convertido al Islam.
Las primeras
víctimas, las principales, de las nuevas condiciones morales en Francia son las
mujeres. Incluso desaparecen de los actos protocolarios universitarios y sólo
se mantienen como alumnas que deben portar velo. El narrador se remite a
Nietzsche en su idea de que el Cristianismo es una religión femenina. ¿Por eso
son ellas las víctimas de ese cambio? Islam significa “sumisión” y puede
entenderse como la de las mujeres al hombre y la de éstos a Dios. Por esas
difíciles perspectivas, Myriam, joven judía y la última amante de François,
se va a vivir junto con los demás judíos franceses a Israel y él no parece extrañar
de ella más que su culo, al que se refiere en varias ocasiones.
Una Europa entrampada
en indefiniciones, en objetivos de vida. Un Islam no compacto, sino diverso,
con fuerzas económicas en competencia (saudíes contra cataríes). La
complicación vital de los europeos es opuesta a la aceptación optimista de los
musulmanes (lo cual nos recuerda en algo al “Cándido”, de Voltaire). Para éstos
el mundo está bien como está por ser obra de Dios, que es perfecto. El mundo no
es un valle de lágrimas y esa actitud marca una gran diferencia con el
Occidente cristiano. La visión islámica se aproxima más a la Edad Media
románica, que en esta novela se evoca a través de la visita a la Virgen Negra
del Santuario Católico de Rocamadour, en Martel.
El pragmatismo árabes
de Ben Abbas queda de manifiesto son su sorprendente adopción del distributismo
de origen católico británico, de Gilbert Keith Chesterton y de Hilaire Belloc. Además,
la Francia islamista no hace desaparecer ni la prostitución ni el consumo de
alcohol.
El relato abunda en
referencias a la literatura francesa de fines del siglo XIX y también alude a
modos de narrar en la literatura francesa, por ejemplo, del Nouveau Roman ,
tendencia que el joven académico derechista también rechaza y de la que algo
hay en la descripción de tantos detalles de apariencia trivial, pero que están
cargados de sentido.
Uno de los dardos más
efectivos tiene como blanco a los universitarios. Acomodaticios al pensamiento
en boga, los académicos adoptan el Islam como una moda intelectual más, aun con
la carga de errores que conlleve. Queda de manifiesto con sarcasmo la veleidad
de los académicos, ya lejos de ser un grupo de presión como lo fueron alguna
vez.
Ahora, en cambio,
hiper-especializados en un solo escritor -como el narrador en Huysmans, autor
de la novela “Al revés”, hedonista y pesimista, con referencias sexuales,
incluyendo las de tipo homosexual- esas minucias de conocimiento, que conducen
a callejones sin salida, a un camino monótono y aislado, equivalencia de
individualismo. En el colofón, Houellbecq indica que nunca fue universitario y
que todo lo que de verosímil aparece en esta novela deriva de la asesoría de
una profesora universitaria.
Los académicos se
adaptaran felizmente, sobre todo por la posibilidad de contar con más de una
esposa, inclusive una tierna adolescente, sin que los acusen de pederastas. La
Sorbona islamizada (¿por qué después de tanta referencia al culo no decir “sodomizada”?).
El Islam es político,
como reza el epígrafe del Ayatola Jomeini y recuerda el narrador que es la
única religión que pide que la liturgia en cualquier lugar del mundo sea un
solo idioma: el árabe (como ocurrió durante siglos con el latín en el rito
latino de la Iglesia Católica). En la novela se trata con respeto al Islam, muy
lejos de una visión apocalíptica. Sin embargo la noche en que terminé de leer
la novela, sufrí de insomnio, imaginando la posibilidad de que, en efecto, el
mundo se islamice. Esta broma de un futuro 2022 puede llegar a ser verdad por
cuestiones de reproducción biológica aunadas al superpoder económico y sus
conveniencias.
Houellebecq, Michel
(2015): “Sumisión”, Anagrama, Madrid-México, traducción de Joan Riambau, 283
pp.
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