El modelo de belleza
de tipo occidental permeó de modo dominante las manifestaciones culturales y
artísticas en el México del siglo XIX. En el caso particular de Yucatán, antes
de la Revolución Mexicana, no es común que se exalte la imagen femenina de
origen maya, siempre relegada ante los cánones provenientes de la Antigüedad
grecorromana.
El ejemplo
anterior a 1910 que impulsivamente podría venir a la mente es la alegre canción
“La mestiza”, con letra de José Peón Contreras y música de Cirilo Baqueiro Preve
“Chan Cil”, que sigue interpretándose y bailándose hasta nuestros días. Sin
embargo, hay que tener en cuenta el público receptor al que iba dirigida la
canción, que estaba muy lejos de pertenecer a la clase alta.
Por el
contrario, vinculado al sector poderoso y formalmente educado de la sociedad de
principios de siglo, el escritor vallisoletano José Inés Novelo escribió un
poema donde manifiesta matices de ese reconocimiento hacia los atractivos de la
mujer maya. Sin duda, su visión está impregnada de la oposición de civilización
y barbarie, donde la mujer maya sería poseedora de un atractivo salvaje, más propenso
a despertar el apetito sexual que pasiones idílicas de condición platónica,
pero no deja de ser interesante.
El poema se
titula “Venus maya” y se encuentra en el libro “Gérmenes”, cuya primera edición
data de 1905 y que fue reeditado en vida del autor en 1945. Ambas ediciones
cuentan con el prólogo de José Peón Contreras.
Me desplazo
rápido por la cuestión métrica del texto: su condición de versos alejandrinos
desarticulados que los deja en estrofas de ocho versos de 7 sílabas, con lo
cual se le da un aire popular de arte menor, que en este caso muy específico
equivale a una forma de minorización.
El poeta empieza
invocando justamente el poder de las estrofas, o sea, el arte del poeta, para
establecer de inmediato una comparación de carácter erótico: “¡Hurra! La
estrofa vuelque / sus ánforas de flores, / y vibre temblorosa / la lira en tu
loor; / así la carne tiembla / bañada en los ardores / del aire en que se
envuelve / tu cuerpo seductor”.
Para ubicarla,
se remite a su origen, que no es el del mestizaje, sino de estirpe netamente
autóctona: “en ti la índica musa / perfiles puros traza, / en ti, la Venus Maya
/ retorna a florecer”. Y en las estrofas siguientes se hace una descripción a
base de imágenes y comparaciones, con elogios de la sensualidad del cuerpo
femenino de esa mujer maya que podríamos calificar de arquetípica: “Estampa en
tu faz bella / su tropical frescura, / ardiente y voluptuosa, / la flor el
flamboyán”; “(…) no incitan al deleite / como tu labio trémulo; / el beso no
despiertan / como tu boca en flor”, etc.
De modo
explícito se exalta a la marmórea Venus griega “de irreprochables líneas / y
excelsa majestad”, que “despierta pensamientos de noble castidad”, comparación que
arroja una oposición extrema con la mujer maya: “¡Tú no! ¡Tú sólo eres / el
barro deleznable / en donde aguarda el germen / robusta gestación!... / ¡Pero
eres de una raza, / hasta hoy indomeñable, / la hermosa, la garrida, / la regia
floración.
Se elogian a
través de una interrogación retórica los hombros de curva armoniosa donde
cuelga el hipil, para después remitirse a las mujeres mayas de ese tiempo y del
pasado: “¡No así brilló en su trono / la reina Tutulxiu”, para culminar con una
visión que aúna la belleza con la valentía de los mayas, demostrada en la
entonces reciente Guerra de Castas: “Morena, en quien renacen / las gracias y
primores / de gentes invencibles / que aún retan con valor”. Y el enunciante cierra
de modo circular el texto con los primeros versos de la estrofa inicial.
Reconocimiento
de valores estéticos y de la resistencia y valentía del pueblo maya reacio al
mestizaje, este poema del vallisoletano José Inés Novelo es un caso muy raro en
la literatura yucateca de origen urbano hasta antes del despertar
revolucionario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario