Jorge Cortés Ancona
La investigación sobre la historia de la danza se ha enfrentado regularmente al problema de la condición efímera de las ejecuciones y presentaciones sin registros completos y exactos, por lo cual debe basarse en los documentos periodísticos e institucionales, cartas, testimonios orales y fotografías para poder alcanzar una imagen integral de la época, tendencia o autor que se procura estudiar.
La tarea es difícil y por ello celebramos la publicación de una obra que se enfoca al desarrollo de la danza en México durante la primera mitad del siglo XX. El libro se titula Despertar de la república dancística mexicana, de Patricia Aulestia, una destacada bailarina, coreógrafa y maestra de danza, nacida en Ecuador, formada en Chile y radicada desde hace décadas en México, donde ha llevado a cabo una incansable labor en materia cultural con proyección más allá de nuestras fronteras.
Esta obra constituye una acuciosa investigación acerca de las corrientes e ideas que confluyeron o se superpusieron para dar lugar a una especificidad dancística en nuestro país. Resulta interesante que para organizar esta amplia recopilación de datos, la autora haya procedido a manera de coreógrafa, como ella misma dice en el prólogo, valiéndose de la “suite” y de variaciones. Eso explica los vaivenes cronológicos y las apariciones reiteradas de algunos hechos y personajes.
En un recorrido amplio observamos el modo en que las danzas tradicionales de las diferentes regiones de México funcionaron como base para apropiaciones y reinterpretaciones, a menudo con un carácter experimental. Esto permitió la incorporación de visiones externas a la sólida herencia nacional colectiva, con la aportación de personalidades extranjeras como Anna Pavlova, Martha Graham, Norka Ruskaya, Miss Carroll, Waldeen, Anna Sokolow, entre otros muchos europeos y del Continente Americano, e incluso bailarines de origen asiático como la persa Armen Ohanian o el japonés Michío Ito, al igual que casos insólitos como Kyra, que bailó desnuda en el Palacio de Bellas Artes en 1937.
Por supuesto, la contribución mexicana de carácter individual o grupal resulta fundamental para estos procesos: Yol-Itzma, las hermanas Campobello y varios personajes extrañamente olvidados como Carlos E. González, Pedro Rubín y Enrique Velezzi.
También es posible atisbar la manera en que las políticas culturales a nivel federal incidieron en el proceso educativo nacional y específicamente en el desarrollo dancístico, a través de investigaciones sobre las danzas y bailes indígenas y mestizos, así como a través de las medidas para favorecer la creación de coreografías y métodos de estudio a partir de las fuentes autóctonas y las experiencias de países extranjeros.
Con ello se aprecian hechos que ayudaron a gestar la ideología nacionalista revolucionaria con sus diferentes facetas, según los grupos o funcionarios que detentaron el poder político y cultural.
Específicamente, observamos distintos modos en que se fue conformando una propuesta de identidad cultural, donde la danza jugó un papel importante, debido a su idoneidad para integrar la tradición ancestral popular con la visión moderna del arte a efecto de propiciar una imagen nacionalista apropiada para la legitimación del régimen y para su aplicación en materia educativa. En ese sentido el papel de un proyecto como el denominado 30-30. Ballet simbólico revolucionario representa una gran logro de nuestra danza y de la política cultural mexicana.
Asimismo, este libro demuestra con total naturalidad las relaciones de la danza con otras disciplinas artísticas, pues al referirse a las coreografías de la primera mitad del siglo XX se observa la confluencia de músicos, pintores, poetas, filósofos, tanto en los procesos creativos como en la recepción crítica. Esta lista incluye a personajes relevantes de la vida cultural como Carlos Chávez, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Miguel Covarrubias y Carlos Mérida.
Al terminar de leer los 66 capítulos divididos en dos partes y los tres apéndices, tenemos claro que la danza no debe ser vista como una disciplina esclerotizada, condenada a repetir los mismos modelos del pasado, sino que debe concebirse en su dinamismo integrador, al incluir investigación de campo y documental, interdisciplinariedad y creatividad a partir de modelos preexistentes además de la concreción imaginativa personal.
Es deseable que este libro sea leído a conciencia en las numerosas academias de danza que existen a lo largo y ancho del país así como también por los funcionarios y promotores culturales a fin de conocer y comparar las acciones emprendidas desde las perspectivas gubernamental e independiente y para aplicar ideas y propuestas.
Para concluir, agregamos que hay descripciones puntuales de piezas dancísticas que pueden ser aplicadas para llevarse a escena y que a lo largo de estas páginas es notoria la influencia de Yucatán, desde la ancestral tradición maya hasta la participación activa de varios creadores de distintas disciplinas artísticas y literarias.
(Este libro se presentó en Mérida, en la Sala de Arte del Teatro “Armando Manzanero”, el pasado 24 de abril, dentro del Festival Avant Garde, con la participación de la autora junto con Oscar Flores, Cristóbal Ocaña y un servidor).
Aulestia, Patricia: Despertar de la república dancística mexicana, Editorial Ríos de Tinta, México, 2012, 502 págs., prólogo de César Delgado Martínez.
domingo, 6 de mayo de 2012
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