miércoles, 19 de marzo de 2008

Parados en el cable

Jorge Cortés Ancona
La vida de los chavos ricos de la actualidad es el tema de la novela Cuervos, de Daniel Krauze (nacido en México, D.F., en 1985). Un mundo donde fornicar, consumir cocaína y mota y andar en la peda son una rutina normal, muy aparte de la escuela que apenas es una lejana referencia. Violento mundo masculino de tranquizas constantes, de antros nocturnos, de buscar chavas y coger, coger, coger, con la imaginación o por la fuerza o en los extremos de la intoxicación, mientras la frivolidad llena el resto del tiempo.
Conforme a la fácil movilidad internacional de la vida contemporánea, la novela se desenvuelve en diversos lugares, ya sea México, Acapulco o varias ciudades europeas, en un paso de unos seis años. La novela no sigue un orden cronológico sino que se fragmenta en diversos momentos. El protagonista es colectivo a pesar de que los dos rivales principales son el solitario y recatado David Andreu y el riquillo Santiago Hernández, gerente de cinco bares a sus 23 años de edad. Los demás son el agresivo Matías, el engreído Miguel y el ciber-fanático Fernando, acompañados de algunos otros como el obeso y antipático Pollo.
Uno de ellos ve en una calle de París, el símbolo de lo que son: “Seguimos caminando por la estación vacía. Volteo hacia el andén y veo un enorme letrero de cinco cuervos parados sobre un cable de luz. Atrás de ellos hay un cielo azul, sin una sola nube. Todos parecen estar viendo a un lugar diferente, pero supongo que tienen el mismo propósito, sea cual sea. O quizás no tienen ninguno. Sólo viven ahí parados en el cable, viendo pasar los trenes, repletos de personas con un itinerario, con un lugar adonde ir”.
En medio de bares y fiestas de todo tipo, late la discriminación hacia los ajenos, ya sea a través de los cadeneros a la entrada de los antros que restringen el paso a los nacos y a los sin importancia, o bajo la indicación de que la casa acapulqueña está vedada a “las indias”. Es la visión de una clase alta carente y ausente del sentido de la vida. El ambiente de los videojuegos, el uso de computadoras (con pornografía e imágenes snuff incluidos), el lenguaje juvenil en boga, a la vez que una visión poética en ciertos pasajes, crean un ambiente verosímil y lógico de la joven masculinidad.
La novela muestra diferentes enfoques y diversos espacios, en todos los cuales está vivo el goce del momento y la real o latente soledad existencial. El desajuste temporal, con cambios constantes de narrador refuerza el ambiente de dislocación en que viven los personajes. El aparente caos narrativo corresponde al verdadero caos de los cinco jóvenes.
Es una novela de jóvenes que deja ver un mundo más allá de lo juvenil. Por un lado hace evidente la perdida de la memoria que caracteriza a las generaciones nuevas, su evasión constante respecto a otras generaciones y su desapego por los afectos. A pesar de que la superficialidad reina en la vida vacía de los personajes, la novela tiene una densidad reflexiva que es uno de sus valores.
Conforme a la representación tradicional, los cuervos resaltan en la luz, son de mal agüero y su graznido no es agradable al oído. Estos jóvenes tuvieron alguna vez 12 años, alguna vez 18 años. Son jóvenes y son cuervos, que aún tienen una larga vida por vivir. La pregunta que se hace David, luego de que mira y recuerda viejas imágenes vividas, sigue vibrando: “¿Cuándo dejamos de ser aquéllos para convertirnos en éstos?”.
Krauze, Daniel: Cuervos, Planeta, México, 2007, 181 pp.

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