martes, 12 de octubre de 2010

“El reloj” de Cantoral y la rima

Es frecuente que quienes se inician en la poesía en nuestra tierra crean que ésta depende obligadamente de la rima. Equiparan el hecho de rimar con hacer poesía, y para colmo tratando de rimar en consonante, que es en la que coinciden tanto vocales como consonantes a partir de la última vocal acentuada.
Algo ha pasado en nuestros oídos contemporáneos que escasean los poetas con capacidad de manejar con fluidez la rima consonante. Cuando lo logran, generalmente es en el verso de arte mayor, el que tiene nueve sílabas métricas o más. Rimar versos cortos en consonante fue un privilegio del Siglo de Oro, como en los casos de Lope de Vega y Sor Juana. Pasados los siglos, esta aptitud pareciera haberse acabado con los poetas modernistas, con José Martí a la cabeza. En la actualidad es raro encontrar a un escritor con la capacidad de rimar versos cortos en consonante, entre ellos algunos poetas cubanos, quizá por la tradición de la décima que persiste en la Isla.
La tradición popular de nuestra lengua se ha basado históricamente en la rima asonante, aquella en donde la coincidencia de palabras se da sólo entre las vocales. Es la tradición del romancero y del cancionero anónimo español, el de nuestros corridos e incluso el de muchas de las primeras bombas yucatecas. La rima en asonante además permite mayores libertades en cuanto a que a menudo se alterna con versos no rimados y ello facilita mucho la expresión, evitando los horribles sonsonetes en que incurren quienes no dominan el arte de rimar (que es decir en la actualidad la inmensa mayoría de quienes intentan versificar rimando).
La asonancia permite muchísimas más opciones de rima que la consonancia. Si quiero rimar “tiempo” en consonante sólo dispongo de los derivados “destiempo” y “contratiempo”. Pero en cambio, en asonante, tengo “viento”, “cielo”, “veo”, “espero”, “yucateco” y un gigantesco etcétera de palabras, incluyendo esdrújulas como “pétalo” y “muérdago”.
Recomiendo a quienes quieren sujetarse a la rima, que traten –al menos en sus inicios- de dominar este tipo de rima, antes de intentar meterse en las complicaciones de la rima consonante, que los llevará a resultados seguramente muy penosos. Si quieren escribir letras de canciones piensen en la canción más famosa de Roberto Cantoral, que es “El reloj”, la cual, a diferencia de “La barca” del mismo autor, se basa en una rima asonante. La reproducimos íntegra para un análisis métrico muy elemental:
Reloj, no marques las horas, / porque voy a enloquecer; / ella se irá para siempre / cuando amanezca otra vez. // No más nos queda esta noche / para vivir nuestro amor, / y tu tic-tac me recuerda/ mi irremediable dolor. // Reloj, detén tu camino / porque mi vida se apaga. / Ella es la estrella que alumbra mi ser / yo sin su amor no soy nada. // Detén el tiempo en tus manos, / haz esta noche perpetua, / para que nunca se vaya de mí, / para que nunca amanezca.
“El reloj” está escrito en octosílabos, salvo dos que son endecasílabos terminados en aguda. Al respecto hay que tener en cuenta que las sílabas se cuentan métrica y no sólo gramaticalmente. Esto es, con sinalefas (uniones de vocales de distintas palabras para formar una sola sílaba) y otras licencias poéticas. Los dos endecasílabos a su vez tienen un ritmo acentual en grupos de a tres y dos sílabas métricas, con la inicial acentuada: éllaeslaes-tréllaquea-lúmbrami-sér; páraque-núncase-váyade-mí.
La palabra “enloquecer” rima en asonante con “ver”, “apaga” con “nada” y “perpetua” con “amanezca”. A su vez, “amor” rima en consonante con “dolor”. Si se escucha (u observa) con cuidado, nos daremos cuenta de que sólo los versos pares tienen rima mientras que los impares quedan sueltos, es decir, sin ningún tipo de rima.
Con todo ello podemos tener una noción de cómo, además de la música instrumental (la que indica un ritmo que llamaríamos exterior), hay otro intrínseco en el texto poético. Una canción pervive no sólo por la música a la que acompaña o por la que es acompañada, sino también por su ritmo interno. Y aquí en esta letra de Cantoral podemos apreciar las virtudes de los versos con rima asonante, alternados con versos no rimados. Eso es tener buen oído no sólo de músico, sino también de poeta.

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