Jorge Cortés Ancona
Ha habido una concepción poética en la cinematografía y uno de los que mejor la han plasmado es el cineasta ruso Andrei Tarkovski. Sus películas están llenas de imágenes con una concentración tan poderosa como la de los haikús y los de otras formas rigurosamente sintéticas de la poesía.
Ahora que en el Teatro Mérida el ICY lleva a cabo una muestra con lo mejor de su filmografía, reproduzco a continuación una serie de nueve haikús que escribí a partir de algunas escenas de la película El espejo (1975). Estas minucias en verso no son siquiera un pálido reflejo de las mágicas imágenes que Tarkovski es capaz de hacer vivibles con su lente, su temple y su inteligencia.
Nueve tomas para El espejo, de Tarkovsky
1
Mujer fumando.
Los arbustos se mueven.
Se acerca un hombre
2
La palizada.
Niños sobre la hamaca.
Cae la valla.
3
En el incendio
contemplar es posible
el verde bosque.
4
Una mujer corriendo.
La lluvia arrecia.
Palabra oculta.
5
Del techo caen
breves trozos de vida
sobre papeles.
6
Guerra Civil
y una errata en el libro:
la mujer llora.
7
Pasión de muerte.
Nostalgia de otra vida.
España y Rusia.
8
Sola y con lágrimas,
la mujer en la ducha:
vuelve el incendio.
9
Vida en color,
recuerdo en blanco y negro
sobre el presente.
viernes, 7 de agosto de 2009
El hogar de los animales Ada
El tema del mundo femenino respecto al nacimiento, la maternidad y la muerte guía El hogar de los animales Ada, de la poeta española Yaiza Martínez. Es un libro que encarna una visión de la Naturaleza desde las fuerzas primigenias instintivas, de la familia y la camada, con el poder genésico no sólo natural sino en todos los aspectos de la vida.
El poemario se divide en tres partes. La primera se titula “La búsqueda y hermanos como ballenatos”. Al principio los vocablos relacionados con el parto cobran otros sentidos metafóricos que hacen ver el acto de dar a luz en una extensión del cuerpo materno, en una integración de vista y de sonidos, de una relación de adentro y afuera en movimiento. Así lo vemos en “Sólo así/ plúmbea/ por los instintos/ su voz le alumbra/ también/ señalando el camino”, en “Al hacerse matriz/ lo estrecho gotea hacia la nube/ infinita” y en “Y del giro brota el hijo/ tu palabra es hombre/ ceguera es presente”.
Se enuncia todo el proceso de vida como rupturas continuas, en una fragmentación que sin embargo es un todo. El nombrar hace posible en sacar a la luz, en crear, incluso la muerte. Esa creación es parte del tema del tejer, actividad asociada arquetípicamente con lo femenino, como se ve en el poema Arácnide, mientras que la confrontación entre el deseo engendrador que late siempre en el momento de un dar luz y la muerte al nacer (“Tu único sitio fue/ la ausencia de aire”) es más notorio en las cuatro partes del poema Arqueología de cuerpo.
La segunda parte se titula igual que el libro: El hogar de los animales Ada, dedicada a sus dos hijos “Samuel y Ada, racimos de oro”. La construcción de una arquetípica casa y el crecer de una familia se extiende en una proyección cósmica, adentrándose en lo esencial con una expresión escueta. Se vive otro nacimiento, como una renovada posibilidad de vida: “Apenas un año antes de que su regalo llegase/ con dedos de maíz y ojitos de vaca/ habíamos construido una casa// sin contrariar a la diosa/ temiendo su réplica”. Esa renovación de la vida es triunfo contra el Miedo: “y sin embargo,/ ya no temo el silencio del Edén// ya no busco la luz”. Porque en sus palabras se escucha un “susurro vital que es una música”.
La tercera parte se titula “El poema es la expiación”. El nombrar y el señalar son formas de ir hacia el otro, además de mirarlo, pero también de hacer una separación: “la cosa y su palabra/ sin rozarse/ los índices extendidos”. Con sus connotaciones religiosas, la nueva forma del padre se aúna al silencio de una expiación, del “dolor atragantado”, de un final con culpa. Entre las formas que albergan está la mirada que no quiere tener certezas: el poema es el cosmos.
Yaiza Martínez (Las Palmas de Gran Canaria, 1973) es autora de un poemario previo: Rumia Lilith (2001) y de la novela Las mujeres solubles (2007). Vivió y estudió en Madrid y reside actualmente en la ciudad de Cabra.
Martínez, Yaiza: El hogar de los animales Ada, Devenir-Poesía No. 207, Madrid, 2007, 76 pp.
Jorge Cortés Ancona
El poemario se divide en tres partes. La primera se titula “La búsqueda y hermanos como ballenatos”. Al principio los vocablos relacionados con el parto cobran otros sentidos metafóricos que hacen ver el acto de dar a luz en una extensión del cuerpo materno, en una integración de vista y de sonidos, de una relación de adentro y afuera en movimiento. Así lo vemos en “Sólo así/ plúmbea/ por los instintos/ su voz le alumbra/ también/ señalando el camino”, en “Al hacerse matriz/ lo estrecho gotea hacia la nube/ infinita” y en “Y del giro brota el hijo/ tu palabra es hombre/ ceguera es presente”.
Se enuncia todo el proceso de vida como rupturas continuas, en una fragmentación que sin embargo es un todo. El nombrar hace posible en sacar a la luz, en crear, incluso la muerte. Esa creación es parte del tema del tejer, actividad asociada arquetípicamente con lo femenino, como se ve en el poema Arácnide, mientras que la confrontación entre el deseo engendrador que late siempre en el momento de un dar luz y la muerte al nacer (“Tu único sitio fue/ la ausencia de aire”) es más notorio en las cuatro partes del poema Arqueología de cuerpo.
La segunda parte se titula igual que el libro: El hogar de los animales Ada, dedicada a sus dos hijos “Samuel y Ada, racimos de oro”. La construcción de una arquetípica casa y el crecer de una familia se extiende en una proyección cósmica, adentrándose en lo esencial con una expresión escueta. Se vive otro nacimiento, como una renovada posibilidad de vida: “Apenas un año antes de que su regalo llegase/ con dedos de maíz y ojitos de vaca/ habíamos construido una casa// sin contrariar a la diosa/ temiendo su réplica”. Esa renovación de la vida es triunfo contra el Miedo: “y sin embargo,/ ya no temo el silencio del Edén// ya no busco la luz”. Porque en sus palabras se escucha un “susurro vital que es una música”.
La tercera parte se titula “El poema es la expiación”. El nombrar y el señalar son formas de ir hacia el otro, además de mirarlo, pero también de hacer una separación: “la cosa y su palabra/ sin rozarse/ los índices extendidos”. Con sus connotaciones religiosas, la nueva forma del padre se aúna al silencio de una expiación, del “dolor atragantado”, de un final con culpa. Entre las formas que albergan está la mirada que no quiere tener certezas: el poema es el cosmos.
Yaiza Martínez (Las Palmas de Gran Canaria, 1973) es autora de un poemario previo: Rumia Lilith (2001) y de la novela Las mujeres solubles (2007). Vivió y estudió en Madrid y reside actualmente en la ciudad de Cabra.
Martínez, Yaiza: El hogar de los animales Ada, Devenir-Poesía No. 207, Madrid, 2007, 76 pp.
Jorge Cortés Ancona
Etiquetas:
poesía española,
yaiza martínez
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